Russ Meyer, el gurú del cine de explotación

Hubo una época en el cine en la que se podían rodar películas totalmente absurdas y surrealistas, sin mucha historia detrás, pero divertidas. Y aquello era suficiente. No hacía falta soltar cien chistes por minuto, ni poner a personajes sarcásticos e intelectuales como protagonistas. Bastaba con ofrecer al público lo que quería, como chicas semidesnudas corriendo por una granja. Comedias de enredos con toques picantes, que costaban unos pocos miles de dólares pero se convertían en filmes de culto casi al instante. Largometrajes que hoy en día son considerados como influencia imprescindible para mitos como los hermanos Farrely o Quentin Tarantino. Hablamos de la moda de las películas de sexplotation, un género que se desarrolló a finales de los 60 y durante todos los 70, especialmente en Estados Unidos. Encontramos también ejemplos en Europa, pero el cine de explotación estadounidense fue el más original y también el pionero en este tipo de producciones.

Eran películas baratas y populares, por lo tanto, solían ser rentables. Sus guiones no eran demasiado profundos, y no necesitaban enfrentar a sus héroes a grandes obstáculos, o sumergirlos en dramáticas situaciones. Solo tenían que hacer reír, y ofrecer un divertimento sin pretensiones al público. El llamado estilo camp se impuso a finales de los años 60 en el cine y la televisión, con ese toque naif y totalmente blanco que gustaba a todos. El Batman de Adam West, por ejemplo, es una representación perfecta de aquel estilo desenfadado y colorido. Como aquello triunfaba tanto, algún visionario decidió llevar ese estilo también al cine picante. El porno comenzaba su auge, pero aquellas películas solo podían ser exhibidas en unos pocos cines. ¿Por qué no crear algo igualmente picante, pero sin escenas explícitas, que pudiera tener más recorrido en salas? Dicho y hecho. El género sexplotation tuvo un impacto brutal en la cultura americano de los años 70, y buena parte de la culpa fue de Russ Meyer. El cineasta, hoy idolatrado por las masas, pasó de filmar documentales de guerra a sus veinte años a crear un sello distintivo dentro del cine softcore.

Quién es Russ Meyer

Nacido en 1922 muy cerca de Oakland, en California, Meyer tuvo que pasar unos primeros años algo duros ante la ausencia de su padre. Sus progenitores se separaron siendo muy pequeño, y la relación con su padre se cortó por completo. Tal vez por eso, cuando recibió una cámara super 8 como regalo por su 14 cumpleaños, el joven se volcó en aquella afición. Comenzó a grabar pequeñas películas y cortos, y pronto cogió mucha soltura con la cámara. Con apenas veinte años fue reclutado por el Ejército para cubrir batallas de la Segunda Guerra Mundial, filmándolas con su cámara. Esas imágenes fueron utilizadas ampliamente en noticieros e incluso en la película Patton, de 1971. Unos inicios muy curiosos que nada tendrían que ver con el tipo de películas que le llevarían a alcanzar la fama.

Inicios en el cine

Tras su vuelta de la guerra, Meyer participó en muchas producciones como camarógrafo y realizando la foto fija. Así consiguió ganarse un puesto dentro del mundo de Hollywood, conociendo por dentro una industria que empezaba a estar en decadencia precisamente cuando el decidió dar el paso a dirigir. Llevaba tiempo siendo fotógrafo para revistas de glamour como Playboy, enamorado como estaba de los exuberantes cuerpos femeninos. Se había aficionado al género burlesque siendo todavía un adolescente, y quería llevar esa pasión también a otros medios. A mediados de los años 60 comienza a realizar largometrajes dentro del género nude films, es decir, películas de desnudo. No era cine pornográfico, pero aun así la polémica siempre rodeaba a estas películas. Sus dos primeros grandes éxitos fueron Fanny Hill y Faster, Pussycat, Kill Kill!

Ya a finales de los años 60, Meyer logró mucha más popularidad por sus películas, que se iban abriendo paso entre el público masivo, especialmente masculino. En Vixens, el director mostraba una evolución de su cine, denominando así a las mujeres con las que trabajaba, siempre actrices de grandes senos y mucha picardía. Descubrió a mitos sexuales como Kitten Natividad o Uschi Digard, y las convirtió en estrellas para sus largometrajes. Vivió su época de máximo esplendor durante los años 70, con las demás secuelas de la saga Vixen, repitiendo el mismo esquema que la primera película. En una de ellas incluso llegó a escribir el guión junto al reputadísimo crítico cinematográfico Roger Ebert, gran defensor de su trabajo. El estilo nude camp que imperó en su cine encandiló tanto en América como en Europa, donde se crearon películas muy parecidas a las suyas tanto en Alemania como en Reino Unido, alejándose del formalismo de Italia o Francia.

Su éxito en el porno softcore

El porno softcore es un género que ha ido evolucionando y cambiando a lo largo de las décadas, y por eso resulta tan complejo definirlo a día de hoy. Básicamente podemos incluir en él a esas películas donde el sexo es una parte muy importante del argumento, y hay escenas de cama y de desnudos constantemente, pero sin ser explícitas. Al contrario que el porno explícito, el softcore no busca mostrar un encuentro sexual como tal, sino más bien una caricatura, una especie de coreografía que lo imita. En Estados Unidos, este género se hizo especialmente popular en los años 80 y 90, pero Meyer fue uno de sus grandes valedores en sus inicios, todavía en los 60.

En paralelo a la revolución del amor y al movimiento de libertad sexual de finales de aquella década, Meyer realizaba películas con un encanto muy especial. Absurdas y divertidas, sin mucho poso, pero que servían para pasar un rato agradable. Y en ellas aparecían muchas mujeres desnudas en situaciones morbosas, así que aquello también era un plus. El género de los nude films no tenía que ser exactamente softcore o sexplotation, pero en el caso de las películas de Meyer todo confluía en un estilo muy propio y original. Sus películas fueron grandes éxitos tanto en taquilla como en los videoclubs, y posteriormente, han sido reeditadas y consideradas películas de culto.

Una influencia indudable

Meyer falleció en 2004, a los 82 años, a causa de problemas derivados de una neumonía. Había estado dirigiendo hasta sus últimos años, aunque de una forma mucho menos intensa que en los 60 y 70. Al llegar los 80, su estela se perdió un poco, y solo se quedó rodando algunos vídeos y documentales en torno al porno softcore. Su figura, sin embargo, ha sido plenamente reivindicada no solo por coetáneos como Roger Ebert o Jess Franco, sino también por otros cineastas posteriores. Tarantino, por ejemplo, alude en muchas ocasiones a la filmografía de Meyer para explicar el uso comédico  de la banda sonora en sus películas. El siempre polémico John Waters eligió Faster, Pussycat, Kill Kill como la mejor película de todos los tiempos. Y no en pocas ocasiones, el nombre de Meyer ha sido sacado a colación por su férrea defensa de la libertad de expresión en el cine, un derecho que por desgracia hoy vemos peligrar.